1. Según parece, la renuncia de Antoni Castells, el número dos socialista, a seguir figurando en las candidaturas al Parlamento de Cataluña sin que ello suponga una renuncia paralela a la política puede obedecer a distintos factores. Por un lado, a su desacuerdo con la estrategia del partido tras la reciente sentencia del Constitucional sobre el Estatuto. Por otro, a su voluntad de encabezar, dentro o fuera del PSC, una nueva mayoría catalanista de izquierdas. Y, en fin, a su posible implicación en alguno de los asuntos de corrupción que han salpicado la política catalana, llámese «caso Palau» o «operación Pretoria». Claro que el tercero de los factores habría tal vez que descartarlo, cuando menos a juzgar por lo declarado este martes por Felip Puig, el número dos convergente, a raíz de la difusión del informe de la Agencia Tributaria sobre el «caso Palau»: «Tengo la conciencia muy tranquila. Si no, no seguiría en política».

2. El informe en cuestión dice mucho. Dice, por ejemplo, que la mordida rondaba el cuatro por ciento. La constructora Ferrovial, a cambio de la adjudicación de obra pública, pagaba un sobreprecio a Millet, que se quedaba con parte del botín y desviaba el resto a CDC, a la Fundación Trias Fargas o a cuatro empresas que trabajaban para el partido. Estas empresas —entre las que destaca una en cuyo accionariado figura el senador convergente Jordi Vilajoana— no hacían un trabajo cualquiera. Hacían campañas. Para el partido, claro. Lo cual permite razonar como sigue: si esas campañas han servido, en mayor o menor medida, para obtener unos determinados resultados electorales, dichos resultados, también en mayor o menor medida, son fruto de ese dinero podrido. En Baleares, donde ha ocurrido algo parecido pero al cubo, ya se han alzado voces pidiendo la nulidad de las elecciones afectadas. En Cataluña todavía no.

3. La corrupción, como el amor, no entiende de siglas. Después de que la Sindicatura de Cuentas denunciara los manejos de la cúpula del Departamento de Cultura y Medios de Comunicación, en manos de ERC, en la concesión de subvenciones a la farándula patria, el Gobierno de la Generalitat, por boca de su actual portavoz, el republicano Huguet, informaba de que había concedido una ayudita de medio millón de euros al valenciano Eliseu Climent, de profesión sus labores patrióticas, y otra de 1,2 millones a los organizadores de un ignoto festival de teatro en Perpiñán. Y todo a dedo, por el morro.

Ah, cuentan que Huguet al morro lo llamó «cosmopolitismo transfronterizo».

ABC, 7 de agosto de 2010.

Catalan connection

    7 de agosto de 2010