1. Lo de Madrid es extraordinario. No el hecho de que los socialistas celebren primarias —eso ya no lo es, por suerte—, sino la forma en que se está desarrollando la pugna entre ambos candidatos. Cuando menos a juzgar por lo que trasciende. Todo son flores. Al rival se le respeta y hasta se le admira. No se concibe la existencia de otro enemigo que el declarado, o sea, el PP. Se forman bandos, se promueven manifiestos, se publican tribunas en la prensa a favor de uno de los dos contrincantes, pero en unos y en otros nunca se ataca al compañero o compañera postergados —al contrario, siempre se alaban sus virtudes—. En una palabra, para los socialistas con voz y voto lo único importante es Madrid, recuperar de una vez, tras tanto fracaso acumulado, el Gobierno de la Comunidad. Y, en cambio, cualquiera que conozca un poco el mundo de la política sabe que, a pesar de esa inacabable exposición de buenismo, no existe lucha más feroz, más cainita, más inmisericorde que la que se da entre miembros de un mismo partido. De ahí que uno esté tentado de exigir a todos esos voceros algo más de contención. ¿Acaso no es interno el proceso? ¿Acaso no se trata de las primarias de un partido? Pues, por favor, exhibiciones de hipocresía, las justas.

2. La reacción del presidente del Gobierno ante el informe del Departamento de Estado de los Estados Unidos no tiene desperdicio. Olvidémonos de aquello tan manido de que «la convivencia lingüística en las comunidades con las lenguas cooficiales funciona razonablemente bien», cuyo sentido no es otro, al cabo, que el mismo de los partes donde se celebra la inexistencia de muertos y heridos —ya saben, «por fortuna no ha habido que lamentar daños personales»—. Lo realmente increíble de las palabras del presidente se halla en el razonamiento siguiente: «Yo mismo valoro mi lengua materna, que es el castellano, por lo tanto tengo que entender la actitud de quienes defienden el uso del catalán como lengua propia». O no se entera, o tiene un morro que se lo pisa. Porque si cabe valorar, como dice, la lengua materna de uno, entonces difícilmente puede entenderse la actitud de quienes defienden el uso del catalán como lengua propia. O sea, difícilmente puede congeniarse un concepto de la lengua vinculado a la persona con uno colectivo o territorial. A menos que uno se llame, claro está, José Luis Rodríguez Zapatero.

3. Yo soy del tiempo del bikini. Es decir, de otro tiempo. Por lo que ando leyendo, hoy en día se lleva el trikini. Y hasta el burkini. Vivir para dejar de ver.

ABC, 14 de agosto de 2010.

Apuntes veraniegos

    14 de agosto de 2010