1. El caso de la cómplice del comando etarra esconde en realidad otro caso: el de la permisividad con que la izquierda catalana —y muy especialmente la que lleva más de tres décadas gobernando en el Ayuntamiento de Barcelona— ha tratado siempre los asuntos que cualquier sociedad civilizada consideraría de estricto orden público. Me refiero, claro, a lo que se ha convenido en llamar el «programa alternativo» de la Fiesta Mayor de Gracia. O sea, las actividades que toda clase de colectivos radicales y antisistema —independentistas, «okupas», comunistas y libertarios— organizan cada verano con el beneplácito y la subvención, directa o indirecta, de las instituciones. Hace ya algunos lustros, cuando esos energúmenos empezaron a hacer de las suyas, el Ayuntamiento optó por tolerarlos, convencido de que obrando así no sólo se ahorraba problemas, sino que poco a poco lograría domeñarlos. Nada más ilusorio. Desde entonces, los conflictos provocados por todos ellos no han hecho más que aumentar. Y así nos va.

2. Ferran Mascarell, quien fuera concejal de Cultura del Ayuntamiento barcelonés y consejero del mismo ramo en el último Gobierno de Pasqual Maragall, dice que al PSC le falta un «relato de país». Josep Ramoneda es de la misma opinión. Y hasta Xavier Rubert de Ventós se apunta al diagnóstico. Yo no sé qué demonios puede significar un «relato de país», como no sea el relato que han sido capaces de construir los catalanes a lo largo de la historia y, en particular, desde que gozan de las mayores cotas de autonomía. Y en el que, por cierto, tanto Mascarell, como Ramoneda, como Rubert, han llevado la voz cantante socialista.

3. Ignoro dónde pasan ustedes sus vacaciones, pero alguno habrá, seguro, que haya escogido como destino los Pirineos y, en concreto, la parte correspondiente al Valle de Arán y al Pallars Sobirà. Pues bien, es mi deber informar a esos lectores de que andan por allí sueltos treinta osos. Y lo más grave no es eso. Lo más grave es que esa treintena de úrsidos no se han escapado de un zoo ni de un safari autonómico, sino que constituyen la feliz consecuencia de un programa de repoblación de una especie que hace quince años se hallaba prácticamente extinguida. Quiero decir que, en estos momentos, no hay nadie en aquellas tierras —ninguna institución, organismo o entidad— cuyo primer objetivo sea cazar esas bestezuelas y ponerlas a buen recaudo. Al contrario, si algo está previsto es que la población de omnívoros siga creciendo y multiplicándose. En fin, avisados quedan ustedes.

ABC, 21 de agosto de 2010.

Apuntes veraniegos (2)

    21 de agosto de 2010