Les hablaba el pasado sábado de un cambio de régimen. O, si lo prefieren, de cómo se estaba forjando en el corazón mismo de Barcelona una suerte de república independiente, con sus propios usos y abusos. También les decía que el último estadio de este proceso —así lo enseña la historia— era el callejero. El asalto al callejero, para ser precisos. Y en este punto nos quedamos, por falta de espacio. Hoy toca, pues, hablar de nombres y de mudanzas. Con todo, antes de entrar en materia, y dado que la república ha celebrado esta semana su fiesta mayor, y dado, aún, que la fiesta mayor ha sido, como cada año, noticia grande, no me resisto a consignar, aquí y ahora, algunas de las hazañas —republicanas, por supuesto— que han trascendido.

Me refiero, por ejemplo, a un par de saraos nocturnos y alternativos, de factura «okupa», caracterizados por el gentío, el estruendo y los efluvios tóxicos de toda clase. O a unos conciertos hechos a golpe de material urbano —contenedores, conos, vallas—, que han terminado a las seis de la mañana frente a unas residencias de ancianos. O a una manifestación no autorizada, convocada bajo el lema «Ultratgem Espanya», en la que se han lanzado vivas a ETA y mueras a todo bicho, y que los Mossos d’Esquadra no han creído necesario reprimir para no vulnerar —la explicación es suya— el derecho a la libertad de expresión. Y todo esto, claro, religiosamente subvencionado, de forma directa o indirecta, por el Ayuntamiento de la ciudad.

Pero dejemos a un lado las algaradas juveniles y sus secuelas y volvamos al callejero. Y, en concreto, al cambio de nombre de la plaza Rius i Taulet, que dentro de unos meses, si nada lo impide, pasará a llamarse «Plaça de la Vila de Gràcia». El propio presidente del Distrito, el republicano Martínez, anticipándose en medio año a los efectos del decreto municipal, se felicitaba ya por ello en el programa de la fiesta mayor. Sus palabras merecen ser oídas: «Aquest serà el primer any de Festa Major a la “Plaça de la Vila”, nom que hem volgut que tingui l’espai públic que conté l’element simbòlic de la Vila i el seu Ajuntament». No le falta razón. Han querido que el nombre sea este y casi casi lo han logrado. Pero, antes de proseguir, debo aclararles que cuanto viene a continuación —y cuanto deberá esperar fatalmente al próximo sábado— no es fruto de ninguna investigación particular, sino de la aportación interesada de Albert de Paco, editor en excedencia, rumbero a carta cabal y, lo que aquí importa, graciense de pro. Pues bien, de sus pesquisas se deduce que el republicano Martínez, y todos los republicanos por él alimentados durante las últimas legislaturas, incluidos los medios de comunicación de barriada, han urdido una campaña sensacional para echar de la república al alcalde Rius i Taulet y sustituirlo por esa denominación primaria y obsoleta de «Plaça de la Vila».

El próximo sábado, sin falta, tendrán todos los detalles.

ABC, 23 de agosto de 2008.

Noticias de Gracia (2)

    23 de agosto de 2008