Los medios de comunicación independientes –mal que le pese al Gobierno, aún los hay– van repitiendo estos días que Francina Armengol, presidenta del Congreso, está contra las cuerdas. El símil, como saben, proviene del boxeo, de cuando un púgil está acorralado por su rival en un rincón del ring y sometido a una lluvia de golpes. Es su caso, sin duda, y ayer mismo, trastabillándose, visiblemente alterada –como muestra, “quiero explicar el contexto en lo que los estoy explicando las cuestiones que voy a explicar”–, asumiendo el papel que tanto le gusta de víctima agraviada que no ha roto un plato en su vida, trató de explicar su conducta pasada, presente ¡y hasta futura! en una conferencia de prensa que dio en la propia Cámara. En ella, aparte de ceñirse a un guion exculpatorio que no resiste el menor cotejo con los hechos de los que se tiene constancia a estas alturas, descargó toda la responsabilidad de la compra del lote de mascarillas, aun a sabiendas de que eran defectuosas, y su tardía reclamación para que Soluciones de Gestión reembolsara al gobierno de Baleares el montante de la operación fraudulenta –en realidad, durante su presidencia la administración autonómica ni siquiera abrió formalmente un expediente de reclamación a la empresa, sino que se limitó a elaborar, cuando Armengol ya había cesado en el cargo para encabezar la lista de su partido para las elecciones generales, un informe previo en el que se expresaba la intención de hacerlo–; descargó toda la responsabilidad, decía, en los técnicos del Servicio de Salud de la Comunidad.
Lo cual no deja de resultar significativo. La Consejería de Salud estuvo dirigida durante los ocho años de presidencia de Armengol por una mujer, la enfermera Patricia Gómez. Y si destaco lo de mujer es porque en su momento pocos pusieron en duda que quien estaba llamado a ocupar el puesto era su actual marido, el médico Juli Fuster Culebras, y sólo razones de paridad y empoderamiento –y a saber si también de amistad– llevaron a la entonces presidenta a nombrar a Gómez. Eso sí, Fuster tuvo su compensación. Y no un simple carguito. Al poco era nombrado director general del Servicio de Salud, o sea, número 2 de la Consejería. Ignoro si un caso como este tiene precedentes en alguna administración española. La cúpula de una consejería en manos de una pareja, primero de hecho, y luego también de derecho, y ambos, por supuesto, miembros del partido.
Dicha situación se mantuvo durante dos legislaturas. Perdón, en el caso del marido de la enfermera, sólo hasta julio de 2022, cuando se vio forzado a dimitir por una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Baleares en la que se reconocía que con su actuación había excluido en un concurso de oposición en el que participaban su hija y su yerno a un opositor que, lógicamente, era a su vez competidor de los dos miembros de su familia. Una familia que, por su contrastado nepotismo, más parecía ya entonces una famiglia.
La impunidad con que la clase política balear se ha comportado tan a menudo no constituye ningún secreto. Ayer Armengol se rasgaba las vestiduras ante los medios asegurando en un par de ocasiones que ella y los suyos –entiéndase la izquierda y el nacionalismo– están hechos de otra pasta. Nada más falso; en lo referente a la corrupción y sus efectos, basta consultar la hemeroteca para convencerse de ello. Lo que sí es cierto es que van por el mundo aparentando lo contrario, henchidos de una apestosa superioridad moral que les blinda a su juicio contra toda acusación surgida de una evidencia y les legitima para recurrir a cuantos trapicheos sean necesarios para salir del aprieto. Gómez, sin ir más lejos, lo demostró a lo largo de la pasada legislatura autonómica cuando ocultó sistemáticamente –incluso en sus comparecencias en el Parlamento regional– la información de la que disponía sobre las mascarillas. En agradecimiento sin duda a la lealtad que siempre le mostró su antigua consejera, Armengol no descargó ayer en ningún momento sobre sus espaldas, ni siquiera sobre las de su marido y director general durante la pandemia, responsabilidad ninguna en todo lo sucedido. Ahí están los técnicos del Servicio de Salud, vino a decir, que son los únicos que intervinieron en tan lastimoso asunto.
Entenderán, pues, quienes abrigan la esperanza de que ese estar contra las cuerdas de la presidenta del Congreso no sea sino el preludio de un KO, que ya pueden lasciare ogni speranza. Armengol destaca por sus dotes de fajadora y, de otra parte, como no ignoran los amantes del boxeo, de las cuerdas también se sale, bien asestando un golpe certero al rival, bien disponiendo de un juego de piernas solvente. Otra cosa sería sufrir una derrota a los puntos. Pero para que esa tenga lugar antes deberá terminar otro combate: el que está librando Pedro Sánchez contra la verdad y la realidad, contra el Estado de derecho y, en definitiva, contra la España de ciudadanos libres e iguales que propugna y preserva nuestra Constitución. Y terminar con la derrota del primero, claro.