Esquerra Republicana ha sido siempre un partido de frontera. No, no me refiero ahora a su capacidad de pactar con unos —convergentes— o con otros —socialistas y ecocomunistas— según quien dé más, como tan cristalinamente puso de manifiesto a finales de 2003 su secretario general de entonces —el del «yo me llamo Josep Lluís aquí y en la China Popular»— blandiendo una simple llave. Me refiero a su concepción de la patria como algo que va de Salses a Guardamar y de Fraga a Maó. Seguro que ustedes recuerdan la generosidad con que el partido, durante las pasadas legislaturas, fue regando de millones a las entidades culturales afines de Baleares, Comunidad Valenciana y Rosellón —amén de las de la propia Cataluña, claro está—, con el argumento de que la patria tiene lengua y hay que procurar por su crecimiento. Como tampoco habrán olvidado aquellas palabras de su líder Carod Rovira indicándole a ETA dónde debía matar y dónde no. O, por seguir con el interfecto, aquel viaje a Perpiñán para entrevistarse con los matarifes del pueblo vasco y ver de arreglar el asunto. En todos estos casos, el máximo responsable de ERC se movió siempre como Pepeluí por su casa, esto es, sin conciencia alguna de estar metiéndose en la del vecino. Por eso no creo que nadie deba sorprenderse lo más mínimo ante la detención del exconsejero de Gobernación de la Generalitat Jordi Ausàs, acusado de integrar una banda criminal dedicada a la importación ilegal de tabaco de Andorra. Ni de la reacción de su partido, que, al tiempo que expresaba su «consternación» ante la noticia, afirmaba que Ausàs es «una persona honesta y buena». Pues claro. Ese hombre, al igual que Carod en el pasado, ha actuado dentro de las fronteras mentales de ERC. ¿Cómo acusar de contrabando a alguien que ni siquiera tiene conciencia de que entre Cataluña y Andorra puede haber aduanas? A lo más, que lo acusen de enajenación, que es lo que suelen padecer quienes viven en nación ajena.

ABC, 14 de julio de 2012.

Las fronteras de ERC

    14 de julio de 2012