Puede que lo más significativo de esta campaña electoral en Cataluña sea algo que, en apariencia, nada o muy poco tiene que ver con ella. Me refiero a la dimisión en bloque de los miembros del Consell Nacional de la Cultura i de les Arts, más conocido por Conca. (En fin, seamos precisos: han dimitido 11 de los 12 miembros del Consejo, acaso porque siempre tiene que quedarse alguien para apagar la luz.) Ese remedo patrio del Arts Council británico fue promovido y aventado como suprema necesidad por el hoy consejero de Cultura Ferran Mascarell en sus tiempos, algo lejanos ya, de máximo responsable cultural del Ayuntamiento barcelonés. Bien es verdad que el entonces concejal no puso empeño alguno en promoverlo allí donde tenía jurisdicción, sino que todos sus desvelos se orientaron a exigirlo en el campo controlado por sus adversarios políticos, esto es, en el autonómico. Con la llegada del tripartito a la Generalitat, la consejera socialista Caterina Mieras abrazó el proyecto, si bien la suerte quiso que le correspondiera a su sustituto y correligionario Mascarell presentarlo en el Parlament. Luego, la dimisión de Maragall, el final de legislatura, las elecciones anticipadas y el consiguiente paso del Departamento de Cultura a manos republicanas motivaron que la ley por la que se creaba el Conca sufriera múltiples retrasos y no fuera aprobada hasta mediados de 2008. Desde entonces, el discurrir del Consejo de notables encargado de elaborar un informe anual sobre el estado de la cultura catalana, diseñar sus líneas estratégicas y otorgar, ay, un buen pellizco de dinero público en forma de subvenciones ha sido tortuoso, pero ha sido. Hasta esta semana, en que 11 de sus 12 miembros han dicho basta. ¿La razón? La pretensión del redivivo consejero Mascarell de cerrarles considerablemente el grifo y quedarse encima con la administración del exiguo caudal. Aunque, la verdad, no sé de qué se quejan: al fin y al cabo, la criatura es suya.

ABC, 12 de noviembre de 2011.

La cultura en campaña

    12 de noviembre de 2011