Así las cosas, uno, qué quieren, abrigaba aún la esperanza de que el Congreso que el PP de Cataluña celebra este fin de semana en Barcelona sirviera para levantar un poco los ánimos. No porque de este congreso pudiera salir un partido cohesionado y fuerte, con las ideas claras y con la voluntad inequívoca de ejercer la oposición; no, a tanto no llego. Pero el hecho de que hubiera hasta hace poco tres candidaturas en liza y un previsible debate constituía un cierto atractivo. A ver qué saldrá de todo eso. Y, en fin, a ver quién se lleva el gato al agua. Vana esperanza. Las dos últimas semanas han servido para disipar cualquier duda. Lo que hoy arranca en Barcelona es un funeral. Así lo ha querido la dirección nacional del partido, así lo han permitido todos y cada uno de los candidatos y así será sin duda alguna.
Es verdad que Montserrat Nebrera, en último término —y siempre y cuando, claro, no cambien de nuevo las cosas entre la redacción de este artículo y su publicación—, aparecerá en el Congreso como una opción ajena a los planes de la dirección nacional del partido. Pero eso es así ahora. La semana pasada, sin ir más lejos, en vez de mantener el discurso presuntamente renovador que la había caracterizado hasta entonces, y que excluía cualquier pacto con los otros dos candidatos, Nebrera se mostraba dispuesta a aliarse con Fernández Díaz en detrimento de Sirera. Y ello con la bendición de la dirección nacional. Sólo que, luego, esta misma dirección ha considerado un riesgo excesivo tener a Sirera fuera de control y ha optado por la solución de compromiso encarnada por Alicia Sánchez Camacho.
Aunque, bien mirado, lo de menos es lo que pasa con el PP en Cataluña. Incluso Cataluña es lo de menos. Decididamente, eso de la política española no hay quien lo arregle.
ABC, 5 de julio de 2008.