Filología catalana





Me he mostrado tal como fui.
Miquel Porta Perales. Revista de Libros, enero de 2010.


Filología catalana
Ignacio Fernández Bargues. Cuadernos de Pensamiento Político, núm. 24, diciembre 2009, de la Fundación FAES.

A quienes sigan con alguna regularidad las excelentes columnas de Xavier Pericay en ABC, poco o nada les extrañará que en sus memorias haya tres asuntos que destacan sobre los demás: la historia (y, concretamente, la mal llamada «recuperación de la memoria histórica»), la educación (y las reformas que amenazan con convertir a muchos jóvenes españoles en analfabetos virtuales) y el nacionalismo catalán y la voluntad de hegemonía de sus dirigentes.

Entre otras cosas, estas memorias nos explican el porqué de la especial atención del autor por estos temas. Nieto del líder de la CEDA en Cataluña, fusilado en las primeras semanas de la guerra civil, Pericay tiene mucho que decir sobre la visión sesgada por las anteojeras ideológicas que la historiografía dominante impone en la actualidad. Pero su punto de vista no está, a su vez, limitado por un sesgo contrario, sino que habla desde una distancia noble, tras la reflexión a la que le lleva la razón y la experiencia. Su atención hacia la educación también tiene explicaciones familiares muy cercanas. Su padre fue catedrático de instituto y profesor universitario; su mujer es también profesora de enseñanza media. Él mismo dio clases desde muy joven, primero en una academia y posteriormente en la universidad. Sabe de lo que habla cuando critica métodos llamados pedagógicos que rechazan tanto la autoridad del profesor como la necesidad de esfuerzo del alumno; los mismos métodos que han renunciado a la tradición didáctica y al premio a la excelencia.

En estas memorias, traducidas por el propio autor del original en catalán publicado dos años antes en Destino, puede hacerse un recorrido por la evolución del catalanismo de los últimos treinta años. Pericay lo ha vivido de cerca. Como en los otros asuntos mencionados, el autor nos habla con el lenguaje de la razón. Porque el triunfo de la razón podría ser otro subtítulo para este libro. Triunfo en la trayectoria vital de quien lo escribe. Porque gradualmente fue pasando de tomar partido movido por emociones (esas emociones que llevaban a tantos catalanes —no a Pericay— a manifestarse en apoyo a Pujol por el caso Banca Catalana) a vencer los prejuicios sentimentales y apoyar en sus orígenes el nacimiento de Ciudadanos por Cataluña.

Resulta especialmente interesante la descripción que podemos leer en Filología catalana de aquel movimiento llamado de los 2.300, llamado así por el manifiesto en el que ese número de profesionales e intelectuales catalanes prevenían, ya en 1981, contra la imposición del catalán a los castellanohablantes de Cataluña. Especialmente interesante por la recopilación de reacciones airadas —ya sabemos: emocionales— contra el texto y sus autores. Esas reacciones dicen mucho sobre el nacionalismo hegemónico y sobre los complejos de quienes militan en él. Entre aquellas reacciones estuvo el secuestro y atentado que sufrió Federico Jiménez Losantos.

La experiencia profesional de Pericay, siempre en el ámbito cultural y educativo, ya fuera en el Diari de Barcelona, en Renfe (como responsable de sus usos lingüísticos) o en el Ayuntamiento de la ciudad condal, lo convirtió en testigo de los modos y maneras del catalanismo, especialmente en el terreno lingüístico. Ahí es donde más temprano tomó partido el autor. Y lo hizo de diversas maneras, pero destacan entre ellas sus estudios escritos mano a mano con Ferran Toutain. Como filólogo, no podía estar a favor del catalán oficial, que parecía más bien ser el fruto de quienes siempre optaban por las formas más alejadas del castellano, pasando por alto cualquier rigor científico. No era sino una muestra más de esos prejuicios emocionales que Pericay nos explica. Prejuicios que se intentaban salvar en aquella experiencia que fue Diari de Barcelona, compartida entre otros con su buen amigo desde entonces Arcadi Espada y que no dio los resultados deseados. Un periódico catalán no catalanista no tuvo el hueco en el mercado que se esperaba.

El lector que se acerque a este libro tendrá en sus manos un volumen de memorias honesto, inteligente y muy bien escrito. Con un lenguaje de lectura amable, resultará de enorme interés para cuantos quieran conocer el testimonio de quien ha vivido in situ (et in tempore) la sinrazón nacionalista. No son, lamentablemente, muchos los que podemos leer de quienes se han identificado con el nacionalismo y la izquierda para pasar a posiciones de razón y de libertad. Otro de ellos, Jon Juaristi, escribe un gran prólogo en esta edición en castellano. Y otro más, Arcadi Espada, ha puesto a disposición de los lectores de su blog la descarga digital de su Contra Catalunya, otro excelente testimonio sobre el nacionalismo catalán. Ese nacionalismo catalán, ayer convergente, hoy también socialista y tripartito, que reclama para sí la condición de partido único de Cataluña y para los demás la de grupos antisistema contra los que hay que tejer cordones sanitarios.


Amor a la filología
Anna Caballé. ABCD las letras y las ciencias, 17 de octubre de 2009.


Filología catalana, Xavier Pericay contra la pobreza intelectual
Pedro A. López Gayarre. El Digital Castilla-La Mancha, 17 de octubre de 2009.


Lecturas agostiles
Blog «Liberalismo abierto», 30 de agosto de 2009.


El grabado de Flammarión
Ignacio Vidal-Folch. El País, 30 de junio de 2009.


Emanación nº 70
Juan Abreu. En su blog «Emanaciones».

Qué mierda la Patria, me digo y cierro el libro de Xavier Pericay, Filología catalana, Memorias de un disidente. Ya lo sabía, pero estas páginas tristes lo confirman de forma inapelable. Va Pericay, bajo la envidiable presencia de la madre, desgranando sus experiencias de catalán cada vez más arrinconado por la Patria y emerge un panorama rasposo, emerge el rostro malencarado de una sociedad envenenada. Por la Patria, y por su siniestro, sentimental testaferro: la Lengua.

Yo vengo del Infierno y el filólogo y periodista catalán no puede dejar de parecerme, a ratos, ingenuo. Pero siempre es infinitamente mejor pecar de ingenuo que ejercer de mercenario de la Identidad o cualquier otra subvencionada superchería.

Si tuviera que escoger una palabra para describir este libro esa palabra sería decencia.
Decencia, ese animalito tan raro.
Pero está, además, la elegancia. Que no siempre acompaña a la decencia pero sí en este caso. Y un cansancio que es más que otra cosa serenidad. Y una calidez de fogón maternal en invierno. Todo esto acompañado de una inteligencia mordaz, una mirada limpia y una capacidad de análisis desprovista de aspavientos.

Soy aquí (y en el mundo) un extranjero, y siempre lo seré; pero siento como mías las pérdidas que dan cuerpo a estas memorias.
Todo buen libro nos habla de un lugar perdido.

Ya sé que es un manoseado lugar común, pero la Filología catalana de Xavier Pericay debería ser lectura obligatoria en las escuelas de Cataluña, de España.

No lo será.

Eso ilustra la magnitud de la tragedia que retrata.


Diario de un disidente.
Eugenia Codina. En su blog «Desde mi ventana», 15 de junio de 2009.


Una valoración.
Arcadi Espada. El Mundo, 13 de junio de 2009.


Filología catalana. Memorias de un disidente.
José Pardina. Muy Interesante, junio de 2009.


Las memorias del disidente Pericay.
Ana Nuño. Libertad Digital, 7 de mayo de 2009


De Marsé a Pericay.
Iván Tubau. El Mundo, 5 de mayo de 2009.

Me cupo el riesgoso honor de presentar, con Ana Nuño y Arcadi Espada, Filología catalana, versión española —hecha por el propio autor en claro castellano— de la Filología catalana de Xavier Pericay. Para lo que quiero decir de ese libro, subtitulado «Memorias de un disidente» e indispensable para entender por qué Cataluña y sus lenguas han llegado a ser lo que son, el espacio de que dispongo aquí es insuficiente. Más aún teniendo en cuenta el espléndido prólogo de Jon Juaristi, imprescindible para comprender la grotesca tragedia etnolingüística y etarra del País Vasco.

Por fortuna, pocos días antes le habían entregado el Premio Cervantes, el más importante de las letras españolas, a Juan Marsé. Y Marsé me resuelve el problema hoy (otro día ya veremos). Acudo a Google y escucho su discurso de aceptación, que el titular de un periódico sintetizó muy bien: «Soy catalán y escribo en castellano. ¿Y qué?»

Oigo a Marsé y veo su cara mientras lee en Alcalá de Henares —no improvisa— ante reyes, presidentes y académicos: «Soy un catalán que escribe en lengua castellana. Yo nunca vi en ello nada anormal. Y aunque creo que la inmensa mayoría comparte mi opinión, hay sin embargo quien piensa que se trata de una anomalía.» La sobrina de Jaime Gil de Biedma, presidenta de la Comunidad de Madrid, sonríe —¿cuándo deja de sonreír esta mujer?— y asiente satisfecha.

Vuelvo a Pericay, una de las más límpidas prosas españolas que se puede (no «pueden») leer hoy, tan eficaz que incluso resiste el parangón con Quim Monzó y algún otro de los escritores catalanes que escriben hoy en los periódicos el mejor español del siglo. El segundo capítulo de la tercera parte, titulado «Un fenómeno coyuntural a liquidar», lo dedica Pericay entre otras cosas a explicitar e ilustrar ese escalofriante sintagma, parido en su número de julio-agosto de 1977 por la revista Taula de Canvi, próxima al PSUC y dirigida por Alfons (antes Alfonso-Carlos) Comín, católico comunista o comunista católico.

Ahí, hace más de 30 años, casi recién estrenada la monarquía democrática española (échale oxímoron, Espada) estaba ya el huevo de la serpiente que convertiría a Cataluña en la «dictadura blanca» que hoy es, que anunció por primera vez en 1982 el presidente Tarradellas en la larga entrevista que le hice y se publicó en Diario 16 el 15 de agosto de aquel año. Los barros de Taula de Canvi anunciaban ya los lodos de la intolerancia lingüística gubernamental que anegan la Cataluña de hoy y ningún otro lugar de la Unión Europea. Repito: ninguno. Lean, lean en Filología catalana qué insignes intelectuales formaban el consejo de redacción que concibió y parió este monstruo: «Los catalanes (de origen o de radicación) que se expresan literariamente en lengua castellana […] ¿deben ser considerados como fenómeno coyuntural a liquidar a medida que Cataluña asuma sus propios órganos de gestión política y cultural?». Lean las respuestas de insignes o no tan insignes escritores «de origen o de radicación», desde el patético charnego agradecido Candel al arrepentido cómplice Vázquez Montalbán, un chico de mi edad nacido como yo en el Chino de Barcelona, después rebautizado «Raval».

Quítense el sombrero ante Juan Marsé, único que se negó a contestar esa encuesta. Y quítense la barretina ante Maria Aurèlia Capmany, que pese a contestarla osó decir: «El cerebro que ha parido esta fórmula o bien está tétricamente deformado por la ideología nazi o fascista, o bien lleva peores intenciones que un interrogatorio de tercer grado.»


Filologia catalana





Filologia catalana. Memòries d’un dissident, de Xavier Pericay.
Ana Nuño. Letras Libres, septiembre de 2007.


Las confesiones de Pericay.
Juan Antonio Horrach. Kiliedro, junio de 2007.



Josep Pla y el viejo periodismo





Un hombre de periódicos.
Miquel Porta Perales. Revista de Libros, septiembre de 2009.


La edad de oro.
Ignacio F. Garmendia. Diario de Sevilla, 30 de agosto de 2009.


Pla y el periodismo casero.
Julià Guillamon. Culturas (La Vanguardia), 27 de mayo de 2009.


Perfectamente dentro de la vida.
Ana Nuño. Libertad Digital, 21 de mayo de 2009.


Pla, periodista.
Pablo Martínez Zarracina. El Correo, mayo de 2009.




El malentès del noucentisme





Conflictes, novel·les: l’excepció catalana
Blog «Epistolari», 20 de junio de 2009.